miércoles, 24 de noviembre de 2010

PARA ELLA

Esta mañana te has levantado y has notado que tus pies no encontraban tierra firme.

Has sentido el vacío entre tus dedos y has buscado el equilibrio imposible de tu cuerpo.

Has creído en ese instante que la sensación de abismo se apropiaba de todos tus rincones y que tu alma se ensombrecía por nubes de tormenta.

La lluvia ha inundado tus ojos de tristeza.

Sin embargo debo decirte varias cosas:

Desde el principio de tus días fuiste un alma que amaba la libertad
que quería volar sola sin manuales de vuelo ni instrucciones de emergencia.

Buscabas en los escondites de las casas los secretos de la vida con la intensidad propia de una aviadora que surca los cielos desnudos para cruzar océanos de obviedades.

No has cejado nunca de caminar por el hilo de la existencia como la equilibrista Elvira Madigan, hermosa y joven, que escapaba con su amante y moría por amor junto a él en su vano intento de ser libre.

Tú eres como ella: hermosa y aventurera.

Como una trapecista que afronta los peligros sin miedo a pesar de la ausencia de red bajo sus atrevidas acrobacias.

O como una nube que un día claro de invierno se muestra nítida a aquellos que elevan su mirada hacia el cielo.